Wednesday, February 19, 2020

HACER ES SER (APUNTES DE DIARIO)


Cualquier relato puede Borgiana o Kafkianamente remontarse hasta el origen de todo o hasta la incertidumbre absoluta e incluso a la duda total o a la improbabilidad de determinar la diferencia entre realidad y ficción.
A veces es el orgullo o la vanidad quienes construyen o visten el esqueleto narrativo que la memoria en su imprecisión no logra rematar por la la extrema minuciosidad y detallismo que exige una historia para instalarse en el inconsciente del lector como si fuese parte de él y de su propia vida y fluya el sentido de la literatura a través de un otro hasta difuminar en la intrincada trama el límite entre uno y otro.
Mi historia fue de éxtasis de rapto y contemplación mientras observaba el cepillado de una cubierta de mesa entarugada y encolada.El movimiento constante y concentrado que iba nivelando la superficie borrando las uniones de los viejos tablones rescatados de una demolición el olor de la madera noble y añosa emergiendo desde su interior con cada cepillada las vetas que se definen y contrastan con la pulpa seca y poderosa que quizás recuerden las heridas o cicatrices quizás la memoria de lo que vió y vivió un árbol antes de ir a parar allí en esa faena estricta y acompasada de un mueblista experimentado y prolijo.
Recordé la isla Quinchao y a mi  en esa misma faena aprendiendo con dolor un oficio para el que me sentía síquicamente incapacitado. Recordé las horas de práctica nivelando y afilando toritos y garlopas dormir con los brazos y hombros inmovilizados por la fatiga y en la paradoja del dolor totalmente anestesiado al atravesar los límites del esfuerzo. Cepillaba con rabia con pena con una ira ciega que me impedía sentir y comprender lo que estaba haciendo y verdaderamente aprendiendo.
Un cura con el que solía desayunar me dio a entender que el entrenamiento de un oficio manual o corporal servía como base para el aprendizaje del oficio espiritual. Hacer con las manos enseña a hacer con las almas me decía en un minuto en el cual yo sólo percibía mi circunstancia de fuga y desgracia y que pensaba que la lluvia pesada y la grisalla del cielo eran sólo para mi.
Llegué a calmarme en esa tarea de cepillar y cepillar cubiertas de mesa hasta desgastarlas casi totalmente en virutas que me parecían tan infinitas por su forma espiral y que cada vez conseguía con menor esfuerzo y en espesores más finos que iban dando cuenta de que estaba adquiriendo una destreza. Pero no era un resultado lo que yo buscaba en esa madera no era una perfección ni siquiera una atención si no al contrario un rapto de la realidad una cadencia que me sumía en la hipnosis y me llevaba al vacío de no pensar , no sentir y no ser. Hacer me hacía morir y gastaba el tiempo que me quedaba hasta que prosaicamente aparecía mi maestro y me devolvía al mundo con vehemencia “ ¿que mierda estás haciendo? Más bueno queda malo!!!!!!” Y yo resignado a la evaluación y al sentido de utilidad que tenía mi hacer daba por terminado lo que deseaba internamente fuera mi propio castigo de Sísifo.
Siempre creí que debía ser escritor pero el miedo y un pudor absurdo me alejaron de ello. Contrariamente a la mayoría de los escritores pensaba que no merecía el derecho a consagrar mi vida a la literatura y aun cuando la poesía consumía mi vida como una fiebre y un alud de excesos yo seguía viendo este hacer como algo a lo cual me vedaba. Nunca creí que tuviera don o valor alguno y si admitía alguna pequeña capacidad la encontraba por cierto insuficiente para el gran arte de la literatura y así seguía tomando en cada momento la bifurcación que me alejaba de mi mismo sin saber o pecando de la ingenuidad de no comprender que el destino de un hombre es ineludible y en el cual la voluntad tanto acierta o yerra para que se cumpla ese destino.
No sé si lo mencioné pero soy empresario y en teoría exitoso tampoco sé si lo mencioné pero soy adicto a la cocaína. Estaba esperando a mi dealer en el portón de la bodega de nuestra empresa y era allí que estaba el Toño cepillando la cubierta de mesa que le encargó uno de mis socios para su nueva cocina.
Pensé en lo bueno que debe ser necesitar una mesa tan linda y poder tenerla y ocuparla. Hice tantas en mi vida. Hice una para mi una vez con esmero especial y dedicado diseño y fineza ya que me gustaba pasar días a la mesa sentado escribiendo o imaginando que escribía. La regalé a mi hermano. Dejé de escribir durante muchos años . Solo vivía y hacía sin saberlo de mi vida un libro acaso un poema que cada vez que comenzaba a interesarme o emocionarme lo sofocaba con una buena dosis de droga que me devolvía al rapto inconsciente del vacío y la paz casi de muerte que me provoca hacer los mayores afanes sin ninguna utilidad.

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